Vivimos en la época de la inmediatez, del aquí y ahora. Donde es posible contactar con alguien al otro lado del mundo, disponemos coches para movernos a donde queramos, tenemos cualquier información en nuestras manos en cuestión de segundos y viajar en avión es casi un acto cotidiano. Esto nos ha llevado a que demos por hecho muchas de las cosas que tenemos, sin valorarlas o cuestionarlas, y quizás una de las cosas que más damos por sentado es la comida. Si tenemos que preparar una cena, solo tenemos que ir al supermercado más cercano para encontrar lo que necesitamos. Cerca, rápido y fácil… sin complicaciones. Sin embargo, es necesario y enriquecedor cuestionarse ciertas cosas.

En estas fechas navideñas la comida se ha convertido en uno de los principales protagonistas. En la mesa aparecen platos de todo (salmón, aguacates, marisco, ternera, patés…) pero cabe preguntarse ¿de dónde viene todo lo que nos estamos comiendo?

Según un estudio de la Fundación Tierra 1 la mayoría de los alimentos que nos comemos han viajado de 2.500 a 4.000 kilómetros antes de llegar a nuestras mesas, un 25% más que en 1980. Esto conlleva un gran gasto de petróleo y energía, para el transporte de los alimentos, así como para su conservación en cámaras frigoríficas. Tal es el caso que la energía que se utiliza para enviar unas lechugas de Almería a Holanda es más de tres veces más grande que lo que cuesta cultivarlas.

Pero ¿y por qué vienen desde tan lejos? Uno de los motivos principales es que estamos acostumbrados a comer de todo durante todo el año, independientemente de donde vivamos. Por eso es necesario comprender que cada alimento tiene su ciclo y si queremos comerlo fuera de temporada tenemos que conservarlos en cámaras frigoríficas, con la ayuda de aditivos químicos y traerlos de países con climas diferentes donde estos alimentos estén en temporada. Además, durante este viaje y almacenamiento se pierden muchas de las propiedades de los alimentos.

Otro motivo para la existencia de estos alimentos kilométricos es que la agroindustria antepone la productividad al cuidado del medio y a los derechos de los trabajadores. Esto lleva a que muchas de las empresas productoras busquen países con legislaciones ambientales menos estrictas y mano de obra más barata. Es decir, buscan países donde puedan contaminar sin repercusiones legales, pagando menos a los trabajadores y ganando ellos el máximo dinero posible.

Por esto es necesario saber que aquello donde pones tu dinero es aquello que estás fomentando, por lo que cada vez que compras tienes el poder de decidir qué quieres apoyar.

-Fundación Tierra <La comida de proximidad y de calidad> Perspectiva ambiental 36. Junio 2006.

Nuria Espinosa Afonso

One comment

  • Nuria

    27 enero, 2019 at 21:33

    Estoy completamente de acuerdo contigo. Es curioso ver como hemos perdido el contacto con las cosas que realmente sustentan la vida.Por suerte cada vez somos más las que pensamos así, aunque todavía hay mucho camino que recorrer.

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